Hay un hombre en la
cornisa de un balcón
Con la mirada
perdida, apagada, melancólica
Observando el cielo
infinito
Entre un bosque de
terrazas, chimeneas y antenas
Piensa en la mujer
que amaba
La misma que por la
mañana encendió la llama
Por la tarde la consumió
Y en la noche las
luciérnagas apagó
Tan rápido se le pasó
Esos meses que con
ella logró estar
Pero el tiempo como
cuchillo se le clavó
Y su amada vio
marchar
Ahora solo recita
unos versos escritos
Unos versos escritos
por ella
Unos versos escritos
y eternos
Unos versos escritos
que reflejan lo que sentía
Se consume en sus
propios recuerdos
Y en todos esos
sueños
En los que de eterna
y bella vida
Pasaron a lúgubre y oscura Pesadilla
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