miércoles, 27 de agosto de 2014

Pesadilla XXVI

Hay un hombre en la cornisa de un balcón
Con la mirada perdida, apagada, melancólica
Observando el cielo infinito
Entre un bosque de terrazas, chimeneas y antenas

Piensa en la mujer que amaba
La misma que por la mañana encendió la llama
Por la tarde la consumió
Y en la noche las luciérnagas apagó

Tan rápido se le pasó
Esos meses que con ella logró estar
Pero el tiempo como cuchillo se le clavó
Y su amada vio marchar

Ahora solo recita unos versos escritos
Unos versos escritos por ella
Unos versos escritos y eternos
Unos versos escritos que reflejan lo que sentía

Se consume en sus propios recuerdos
Y en todos esos sueños
En los que de eterna y bella vida

Pasaron a  lúgubre y oscura Pesadilla

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