Una música fúnebre
esa noche resonaba
Un réquiem mas, otra
misa
Era el quinto en un
día
Ahora la muerte
mandaba
La gente con temor
del pueblo marchó
Al cabo de una semana
solo éramos dos
El fiel y misterioso
enterrador
Y un humilde servidor
El sol ya no nos
visitaba
Teníamos una noche
eterna
Pero ni la misma luna
se asomaba
Por miedo a nuestra
nueva reina
En el aire quedaba un
olor a podrido
La tierra ya no daba
fruto alguno
Las casas se habían
quebrado
Los campos antes
llenos, ahora eran desiertos
No entraba luz, no
entraba sombra
Estábamos olvidados
de las manos divinas
Bajo la fría reina y
su mirada helada
Que hasta los huesos
nos penetraba
Ya nada era como en
el pasado
Donde todo brillaba,
el pueblo gozaba
En donde no había
tormento
Y la vida era
valorada
Pero ese pueblo se
borró
El enterrador se
ahorcó
Me lo encontré en el
granero
Al lado de una
botella de alcohol
Por mi parte, me fui de aquel lugar
Me hice autor de
estos versos
Pero la locura me
consumió
Y así dentro de mí
nació
El Creador de Pesadillas
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